Otro intento de sensibilización...
Estoy sentada donde varias veces comí a solas, converse con mis amigos, alimenté ardillas y tome varias siestas desde hace cuatro años y medio.
El verde lo ilumina más que nunca en cooperación con el sol y las lágrimas del cielo. Ya creció, puedo recostarme y sentir como si fuera un colchón nuevo, marca Spring Air. Que comodidad, el crujir de las hojas acariciadas por mi cabeza y espalda, parece una melodia constante que suena en compas del roce que da el albañil a cada ladrillo que pone en aquel pasillo mientras conversa con su ayudante y hablan del procedimiento de lavar ropa cada tres semanas por setenta pesos.
Ti, ti, ti. El ayudante golpea con el martillo el remodelado piso de aquel pasillo de Humanidades. Unos estudiantes rien y gritan gol a modo de desafiar a sus amigos mientras juegan futbol, -Barrido, barrido, ¡ay wey!-.
En la otra esquina, dos amigas se reencuentran una venía de azul y otra blanco, sus rizos se confundían, la de azul se despide, corre y en lo que escribo a prisa aplasto las hojas, crack, crack,. Crack. Lágrimas secas
Apenas y puedo percibir el olor a parque que siempre la universidad me remonta, ya es parte de mi esencia y no lo puedo soltar, salvo ocasiones en que el vaho de algún cigarro transeúnte lo sustituya por instantes y me regrese a ilusiones efímeras.
El viento camina en la facultad a velocidad, eso se ve en las precipitaciones que puede ocasionar en alguna cabellera femenina o bien, en el vuelo de hojas de papel que danzan e inspiran a tener la remembranza de momentos que no volverán.
Estoy in my place donde puedo ser sin importar nada. Los sonidos bajan sus decibeles, no hay personajes ni objetos que observar. ¿será que me concentré en ese instante?
domingo, 7 de marzo de 2010
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